Hay un momento del año en el que las opiniones no pedidas se vuelven inevitables. Mesas compartidas. Reencuentros. Conversaciones que empiezan livianas y, sin aHay un momento del año en el que las opiniones no pedidas se vuelven inevitables. Mesas compartidas. Reencuentros. Conversaciones que empiezan livianas y, sin a

Cuando los que no saben opinan

2025/12/29 19:00

Hay un momento del año en el que las opiniones no pedidas se vuelven inevitables. Mesas compartidas. Reencuentros. Conversaciones que empiezan livianas y, sin aviso, derivan en comentarios pasivo-agresivos: preguntas disfrazadas de preocupación o juicios envueltos en “realismo”.

Son días de encuentros que muchas veces traen desencuentros. Con familia, con conocidos, con personas que hacía tiempo no veías. Y el verdadero detonante aparece cuando alguien se anima a cambiar, a crecer, a vivir distinto. Eso incomoda a muchos porque justamente fin de año expone procesos: muestra quién se animó a cambiar y avanzó, quién siguió igual, y quién eligió no moverse porque ese lugar todavía le resulta cómodo.

Cuando alguien decide vivir distinto, crecer, reinventarse o ir por un camino propio, molesta. No por lo que hace, sino por lo que despierta en los demás. Los comentarios no nacen del interés, nacen de la comparación. Y la mayoría de ellos no hablan de vos, sino del lugar desde donde el otro mira.

Nadie opina desde un lugar que no conoce. Nadie cuestiona procesos que estuvo dispuesto a atravesar. Las críticas suelen venir de quienes no se animaron a pagar el precio del cambio, de quienes eligieron la comodidad de lo conocido o de quienes prefirieron explicar por qué algo “no se puede” antes que intentarlo.

El error más común en quienes están transformándose es querer explicarse. Justificar decisiones, defender elecciones o traducir su proceso para que el otro lo entienda. Ese esfuerzo no sirve de nada: drena tu energía, porque no todo el mundo está capacitado para comprender tu camino. Y tampoco es tu responsabilidad que lo hagan.

La prueba de fuego

Los procesos de cambio se vuelven más llevaderos cuando se transitan en entornos seguros. Cuando hay personas que están en la misma frecuencia, que entienden lo que implica sostener decisiones difíciles. Por eso es tan importante no hacerlo en soledad. Espacios como El Club de Emprendedoras existen justamente para eso: para que las mujeres emprendan acompañadas, contenidas y comprendidas mientras atraviesan su propio camino de transformación.

Pero la verdadera prueba de fuego aparece cuando salís de ese entorno. Cuando dejás el espacio donde tu proceso es entendido y te encontrás con personas que miran desde una mentalidad opuesta. Ahí es donde el crecimiento se pone a prueba de verdad.

En las celebraciones de fin de año las opiniones no pedidas se vuelven inevitables. Foto: Freepik.

La madurez no está en responder ni en convencer. Está en no afectarte por lo que otros proyectan, en no salir de tu eje por una opinión ajena y en no entrar en discusiones que no suman ni construyen. No se trata de confrontar, sino de permanecer firme en tus convicciones. Y para eso necesitás claridad sobre quién sos hoy, por qué elegiste lo que elegiste y hacia dónde vas, incluso cuando los demás no lo entienden.

Sostenerte es elegir con tu propio criterio dónde ponés tu foco y tu energía. Es entender que no todos los lugares son espacios seguros y que no todas las conversaciones merecen una explicación. Crecer también implica dejar de buscar validación ajena, porque la respuesta a tus problemas nunca la tiene el otro: siempre está en tu interior.

El límite ajeno no es tu techo

Hay personas que solo pueden entender hasta donde llegaron. Todo lo que excede ese límite lo traducen como error. No porque lo sea, sino porque no entra en su mapa mental.

Cada vez que alguien opina sin comprender, te está mostrando que estás haciendo algo distinto. Cada vez que alguien minimiza tu proceso, te está señalando que saliste del molde. No lo tomes personal: no tiene que ver con vos.

No se trata de aislarse ni de cortar vínculos. Se trata de elegir con conciencia a quién le das acceso a tu energía, a tu proceso y a tu visión.

Seguir tu camino es avanzar sin pedir permiso.

Cuando los que no saben opinan, no te están marcando un error.

Te están recordando que elegiste crecer.

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