Olvídese por un momento de la persona del año de Time. La centenaria publicación dio un paso lúdico al convertir su archivo en una herramienta conversacional. El Time AI Agent permite interactuar con décadas de cobertura, generar resúmenes y activar audios basados en la vasta memoria editorial de la revista.
De inmediato interrogué en la caja correspondiente: “¿Cuándo apareció Claudia Sheinbaum en Time y qué han escrito sobre ella?”. En 30 segundos obtuve síntesis, enlaces a los textos y una propuesta: “¿Te gustaría que resuma alguno de estos artículos en particular o que busque más cobertura específica (por ejemplo, sobre su política energética, seguridad pública o posicionamiento internacional)?”.
Esta decisión editorial —e industrial— toca el corazón del periodismo, que ahora emplea herramientas que, al menos en sus inicios, cubrió con recelo y escepticismo.
Time ofrece una IA que sintetiza y conversa alrededor de sus propios contenidos al mismo tiempo que corona a los diseñadores de esa inteligencia como figuras centrales de nuestra era. Su edición de Person of the Year 2025 está dedicada a los llamados arquitectos de la inteligencia artificial, un grupo de visionarios, codificadores, empresarios e ingenieros que “entregaron la era de las máquinas pensantes, maravillaron y preocuparon a la humanidad, transformaron el presente y trascendieron lo posible”.
La portada está inspirada en Almuerzo en lo alto de un rascacielos, la célebre fotografía de 1932 que muestra a 11 herreros sentados en una viga de acero a 260 metros de altura durante la construcción del Rockefeller Center. Según la Wikipedia, fue una imagen escenificada, creada como estrategia publicitaria para promover el edificio. En lugar de los trabajadores de la construcción, Time colocó a individuos que proyectan sistemas capaces de redefinir qué significa ser humano en el siglo XXI.
En palabras de Sam Jacobs, editor en jefe de la revista:
“Éste fue el año en que la inteligencia artificial despuntó con fuerza y se hizo evidente que no habría vuelta atrás ni renuncia. Cualquiera que fuera la pregunta, la IA era la respuesta”.
Ya veremos en las próximas décadas si ese despunte arroja más estragos que aplausos. De momento, Time no apostó por un político, un activista o un artista. Puso sus fichas en un colectivo con un poder que parece incontenible.
CAJA NEGRA
En la talacha periodística, la mesa de corrección es el taller donde se pule lo fino: que no se escape un dedazo, que no pase, ¡por Dios!, una falta de ortografía. Ahí, en ese ámbito de vigilias discretas, Luis Demetrio Flores, con exactitud y paciencia, honró el oficio.
Dedicó su vida, letra por letra, a rescatar cabezas maltrechas y notas descuidadas en las páginas de Excélsior. Noble hasta en el silencio, siempre dispuesto a aclarar una duda gramatical, a explicar la genealogía de un gentilicio o a desempolvar el dato justo con el auxilio de algún diccionario: el María Moliner de cabecera o los de Humberto Musacchio como memoria portátil de personajes y rarezas mexicanas.
Don Luis, sibarita de la lengua francesa y artesano del matiz, murió el lunes pasado y con él se va una forma de entender el buen diarismo con un corrector que busca la precisión, que nunca firma, pero sostiene todas las firmas.
Extrañaré saludarlo en la redacción y las bromas que sobre el oficio hacíamos. Cuando me entregaba una plana limpia, teníamos un ritual: “Bueno… mañana vemos”.

