La madrugada del pasado 9 de diciembre marcó un momento excepcional para la exploración espacial cuando la cápsula que transportaba a Jonny Kim y a dos cosmonautas rusos aterrizó cerca de la ciudad de Zhezkazgan, en Kazajistán.
Kim, astronauta de la NASA, junto a los miembros de Roscosmos Sergey Ryzhikov y Alexey Zubritsky, culminó así una misión de 245 días a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI). El regreso se realizó sin incidentes, y los tres, conforme al protocolo habitual de NASA y Roscosmos, se sometieron inmediatamente a exámenes de salud posteriores al largo viaje orbital.
Durante su estadía en la EEI, Kim completó un total de 3.920 órbitas alrededor del planeta, cubriendo una distancia que ronda los 167 millones de kilómetros. Esta cifra da cuenta, en términos tangibles, de la magnitud de lo que implica una misión prolongada en el espacio. Para muchos especialistas, regresar sano tras una experiencia de tal duración y exigencia representa por sí mismo un logro extraordinario, tanto en lo físico como en lo psicológico.
La de Kim fue una primera visita a la Estación Espacial Internacional, tras haberse convertido oficialmente en astronauta en 2017. Lo hizo como parte de las Expediciones 72 y 73, un periodo que lo llevó a integrarse plenamente como ingeniero de vuelo y cirujano de vuelo. Estos roles, de vital importancia para las operaciones tanto científicas como de emergencia a bordo, requirieron que Kim colaborara en experimentos y mantuviera el funcionamiento óptimo de los sistemas cruciales de la estación.
Su perfil multidisciplinar resultó fundamental para desempeñar estas tareas, que requerían tanto precisión técnica como capacidad de adaptación ante imprevistos. El campo de actuación de Jonny Kim dentro de la EEI fue diverso. Participó directamente en distintos proyectos de investigación científica y tecnológica. Estas misiones incluyen experimentos sobre biología, física en microgravedad y operacionalización de nuevas herramientas destinadas a futuras misiones interplanetarias.
Como ingeniero de vuelo, era responsable de diagnosticar y resolver inconvenientes técnicos, mientras que su rol de cirujano de vuelo lo situaba a la cabeza de las intervenciones de atención médica dentro de la estación, supervisando la salud de la tripulación en condiciones extremas, donde cualquier eventualidad médica se transforma en un desafío mayúsculo.
Antes de integrarse como astronauta de la NASA, Kim se sometió a un riguroso proceso de entrenamiento. El programa, con duración de dos años, incluyó exhaustivas capacitaciones en sistemas técnicos y operativos de la propia Estación Espacial Internacional. El entrenamiento abarcó desde simuladores de vuelo y procedimientos de emergencia hasta supervivencia en la naturaleza, todo ello orientado a preparar a los candidatos para imprevistos tanto dentro como fuera de la nave.
A este proceso se sumó el aprendizaje de robótica, geología de campo —indispensable para futuros alunizajes e investigaciones de muestras— y ruso, un idioma clave en la operativa, dado que la estación se mantiene como proyecto internacional con fuerte presencia rusa. Este proceso formativo, por su exigencia y amplitud, es solo una parte de la carrera multifacética de Jonny Kim. Antes de ingresar a la NASA, acumuló una trayectoria singular que combina experiencia militar, académica y médica.
Sirvió como Navy SEAL en la Marina de Estados Unidos, participando en más de un centenar de operaciones de combate. Su paso por una de las unidades más selectivas del mundo militar se tradujo en una experiencia de fortaleza física y emocional, gestión del estrés y toma de decisiones bajo presión. Tras concluir su servicio, Kim optó por enfocarse en la medicina, obteniendo el grado de doctor en medicina por la Facultad de Medicina de Harvard, una de las instituciones más prestigiosas en el ámbito académico mundial.
Esta combinación de servicio militar altamente calificado y estudios médicos avanzados le brindó una visión integral sobre el trabajo en entornos extremos, la toma de decisiones rápida y la capacidad de actuar en situaciones críticas. Sumado a su formación como astronauta, estos antecedentes le dieron un perfil poco común incluso en la élite de exploradores espaciales.
Cerca del momento de su partida de la EEI, Kim compartió una reflexión que destacó por su sencillez y profundidad. En un video difundido en redes sociales, afirmó que, aunque los logros científicos y técnicos de la misión son impresionantes, lo más relevante para él fueron las personas que lo acompañaron.
“Cuando pienso en lo que fue más importante durante la misión, no pienso en la ciencia. Es como decir: ‘Lo que realmente importa son las personas con las que estás’” manifestó.
Kim subrayó que, frente a los grandes retos y el aislamiento del espacio, el compañerismo y el trabajo en equipo se convierten en el verdadero sostén emocional y psicológico para cualquier tripulante. Su testimonio pone en primer plano la dimensión humana detrás de las misiones espaciales, recordando que los logros en estos campos son también resultado del compromiso y la solidaridad entre personas de distintas culturas y trayectorias.
Este reciente regreso de Jonny Kim representa más que un nuevo récord en la exploración espacial. Constituye también el ejemplo de una carrera construida sobre la excelencia, la resiliencia y la búsqueda constante de sentido, tanto en el trabajo técnico como en los lazos que se tejen en la vida más allá de nuestro planeta.


